Las semillas de chía producen una importante cantidad de aceite, el 60% de los ácidos grasos totales del aceite de chía es el ALA, ácido graso Omega-3 de cadena larga (ácido alfa linolénico). Este tiene efectos beneficiosos en la salud cardiovascular más allá de su conversión en otros ácidos grasos Omega-3 como el ácido docosahexaenoico (DHA) y el ácido eicosapentaenoico (EPA).
El ALA es un ácido graso esencial, que debe ser incorporado a través de la alimentación o de suplementos nutricionales, ya que el organismo humano no lo sintetiza.
Entre los beneficios del consumo de ALA encontramos:
- Disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares
- Disminuye el riesgo de arritmia
- Reduce los niveles de colesterol LDL y de triglicéridos
- Disminuye la presión sanguínea
Los beneficios del consumo de Omega-3 en pacientes con enfermedades cardiovasculares se evaluaron en diferentes estudios, entre ellos el Diet and Reinfarction Trial (DRT), que demostró una reducción del 29% en la mortalidad de pacientes que consumían Omega-3.
Durante las últimas dos décadas del siglo XX hubo una explosión en la investigación dirigida a determinar la relación entre los ácidos grasos Omega-3 y la salud humana (Simopoulos, 1998; Li et al., 1999; Mantzioris et al., 2000). Hay una creciente evidencia de que los alimentos ricos en ácidos grasos Omega-3, incluyendo el ácido graso alfa-linolénico y sus metabolitos EPA y DHA, proveen efectos cardioprotectores, además de los que pueden atribuirse al mejoramiento de los perfiles lipoproteicos en sangre. Los efectos benéficos predominantes incluyen una reducción de la muerte súbita, menor riesgo de arritmia, bajos niveles de triglicéridos en plasma y reducción de la tendencia a formar coágulos sanguíneos (Okuyama, Kobayashi, and Watanabe, 1997; British Nutrition Foundation, 1999; Simopoulos, 1999a; American Heart Association, 2001).
La importancia de los ácidos grasos Omega-31
Los ácidos grasos son los ladrillos con los cuales se construyen otros lípidos en el cuerpo. Todos los ácidos grasos se componen de una cadena de átomos de carbón a los que se anexan átomos de hidrógeno, formando una cadena de hidrocarbones. Los ácidos grasos se clasifican como de cadena corta (menos de seis carbonos), cadena mediana (seis a diez carbonos) o cadena larga (doce o más carbonos). Los ácidos grasos se clasifican también en saturados (ausencia de doble enlace), monoinsaturados (con un solo doble enlace), o poliinsaturados (con más de un doble enlace).
Los ácidos grasos estimulan y mantienen las funciones vitales del hombre y son considerados macronutrientes en la alimentación humana.
Los ácidos grasos y sus productos metabólicos sirven para tres funciones básicas:
Actúan como reserva energética muy eficiente, suministrando protección contra los agentes externos como, por ejemplo, el clima frío. (Muggli and Clough, 1994; Nettleton, 1995)
Son constituyentes fundamentales de las membranas celulares, a las que les dan una cubierta elástica que protege cada célula. (Muggli and Clough, 1994; Nettleton, 1995).
Actúan como precursores (son la fuente) con los que se forma un importante grupo de compuestos hormonales llamados prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienes, que participan en numerosos procesos fisiológicos asociados con el sistema nervioso central, funciones hormonales, regulación de la presión sanguínea, transporte de colesterol, mecanismos inmunológicos y reacciones inflamatorias. (American Heart Association, 1988; Welch and Borlakoglu, 1992; Muggli and Clough, 1994; Nettleton, 1995).
Acidos grasos esenciales
Los ácidos grasos saturados y monoinsaturados pueden ser sintetizados por el cuerpo humano, mientras que los ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 y Omega-6 no, y deben ser suministrados por la dieta, razón por la cual se denominan “ácidos grasos esenciales”, a diferencia de los primeros, llamados “ácidos grasos no esenciales”. Normalmente los ácidos grasos se conocen por sus iniciales en inglés: SFA (saturated fatty acids o ácidos grasos saturados), MUFA (monounsaturated fatty acids o ácidos grasos monoinsaturados), and PUFA (polyunsaturated fatty acids o ácidos grasos poliinsaturados) (Bjerve, Mostad, and Thorensen, 1987; Budowski, 1988; Bruckner, 1992; Welch and Borlakoglu, 1992; Muggli and Clough, 1994).
Los síntomas producidos por la deficiencia en la dieta de ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) se revela en daños de la piel, pérdida excesiva de agua a través de ella y disturbios en el crecimiento y equilibrio hormonal (Welch and Borlakoglu, 1992; Muggli and Clough, 1994; Nettleton, 1995). Los PUFA Omega-3 y Omega-6 tienen diferentes funciones fisiológicas en el cuerpo. El principal ácido graso Omega-6 es el linoleico, que puede ser metabolizado (transformado) en el cuerpo en ácido graso gamma-linolénico (GLA) y araquidónico (AA). El principal ácido graso Omega-3 en el ácido alfa-linolénico. Sus metabolitos son el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el decosahexaenoico (DHA) (Aveldaño, 1992; Mantzioris et al., 1995; Okuyama, Kobayashi, and Watanabe, 1997).
En los Estados Unidos la enfermedad cardio-coronaria (CHD o coronary heart disease) cuenta con unas seiscientas ochenta y un mil muertes anuales (American Heart Association, 2003a).
La CHD no es exclusiva de los países desarrollados y constituye un gran problema de salud para muchas naciones (Nakajima, 1996: World Health Organization, 1995).
Durante los últimos treinta años la ciencia ha contribuido enormemente al conocimiento de los factores de riesgo asociados con la CHD (American Heart Association, 1990; Chavali and Forse, 1994). Los más importantes son el colesterol plasmático elevado, fumar, presión sanguínea alta, obesidad, diabetes, triglicéridos plasmáticos elevados, sedentarismo, niveles de homocisteína elevados y antecedentes familiares (Hennekens, Buring, and Mayrent, 1990; Illingworth and Ullmann, 1990; Bruckner, 1992).
El factor de riesgo que ha recibido más atención en cuanto a su influencia en la CHD es el colesterol (Bruckner, 1992).
Efectos cardioprotectores
Se ha establecido una relación estrecha entre el colesterol sanguíneo elevado y las cantidades consumidas de colesterol, de ácidos grasos saturados y de grasa total (Keys, Anderson, and Grande, 1965; Ershow, Nocolosi, and Hayes, 1981; Schaefer et al., 1995).
De acuerdo con la publicación “Informe del comité asesor de pautas dietéticas sobre guía dietética para norteamericanos, 2000”, los ácidos grasos saturados se han identificado como el factor dietario predominante que contribuye a la CHD.
Durante las últimas dos décadas del siglo XX hubo una explosión en la investigación dirigida a determinar la relación entre los ácidos grasos Omega-3 y la salud humana (Simopoulos, 1998; Li et al., 1999; Mantzioris et al., 2000). Hay una creciente evidencia de que los alimentos ricos en ácidos grasos Omega-3, incluyendo el ácido graso alfa-linolénico y sus metabolitos EPA y DHA, proveen efectos cardioprotectores, además de los que pueden atribuirse al mejoramiento de los perfiles lipoproteicos en sangre. Los efectos benéficos predominantes incluyen una reducción de la muerte súbita, menor riesgo de arritmia, bajos niveles de triglicéridos en plasma y reducción de la tendencia a formar coágulos sanguíneos (Okuyama, Kobayashi, and Watanabe, 1997; British Nutrition Foundation, 1999; Simopoulos, 1999a; American Heart Association, 2001).
- Extracto de Chía, Redescubriendo un olvidado alimento de los aztecas, Ricardo Ayerza (h) y Wayne Coates
Contenido de ALA (en %) en diferentes aceites tradicionales
Aceite de chía > 60
Aceite de Lino 57
Aceite de canola 11
Aceite de soja 8